26 abril 2023

El Corazón del Hombre

Sólo el conocimiento de la dinámica inconsciente de la conducta nos permite conocer la conducta misma, sus raíces, su desarrollo y la energía de que está cargada.

El material psicoanalítico demuestra que la persona madura y productiva es menos impulsada por el deseo de venganza que la persona neurótica que encuentra dificultades para vivir independientemente y con plenitud, y que propende con frecuencia a jugarse toda su existencia por el deseo de venganza. En psicopatología grave, le venganza se convierte en el fin predominante de la vida, ya que sin venganza amenazan hundirse no sólo la estimación de sí mismo, sino el sentido del yo y de identidad.

Ser humano es trascender el mero estado de cosa.

El hombre tiene un potencial de violencia destructora y sádica porque es humano, porque no es una cosa, y porque tiene que tratar de destruir la vida si no puede crearla.

La polaridad masculino-femenino constituye el núcleo de la necesidad de fusión de que depende la vida de la especie humana.

La orientación productiva [...] quiere moldear e influir por el amor, por la razón, por su ejemplo, no por la fuerza, no aislando las cosas ni por el modo burocrático de administrar a las personas como si fuesen cosas.

La condición más importante para el desarrollo del amor a la vida en el niño es, para él, estar con gente que ama la vida.

Si las condiciones sociales fomentan la existencia de autómatas, el resultado no será amor a la vida, sino amor a la muerte.

La vida sólo puede experimentarse en sus manifestaciones individuales, en la persona individual lo mismo que en un pájaro o una flor. No hay "vida de las masas", no hay vida en abstracto. Nuestra actitud hacia la vida se está haciendo hoy cada vez más mecánica. Nuestro propósito principal es producir cosas, y en el proceso de esta idolatría de las cosas nos convertimos en mercancías. A los individuos se les trata como números. La cuestión no es aquí si se les trata bien y están bien alimentados (también las cosas pueden ser bien tratadas); la cuestión es si las personas son cosas o seres vivos. La actitud hacia los hombres es ahora intelectual y abstracta. Se interesa uno en las personas como objetos, en sus propiedades comunes, en las reglas estadísticas de la conducta de las masas, no en los individuos vivos. Todo esto va unido al papel cada vez mayor de los métodos burocráticos. En centros gigantescos de producción, en ciudades gigantescas, en países gigantescos, se administra a los hombres como si fueran cosas; los hombres y sus administradores se convierten en cosas, y obedecen a las leyes de la cosas. Pero el hombre no nació para ser una cosa; es destruido si se convierte en cosa; y antes de que esto se realice, se desespera y quiere acabar con toda vida.

La persona "normal", "madura", es aquella cuyo narcisismo se ha reducido al mínimo socialmente aceptado, sin que desaparezca nunca por completo.

El punto esencial del que depende toda teoría o terapia que pueda llamarse psicoanálisis es el concepto dinámico de la conducta humana; es decir, el supuesto de que motivan la conducta fuerzas altamente cargadas, y que la conducta sólo puede comprenderse y preverse conociendo esas fuerzas.

El individuo narcisista no puede percibir la realidad en otra persona como diferente de la suya.

Cuanto más intenso es el narcisismo, menos aceptará el individuo narcisista el hecho del fracaso por su parte, o cualquier crítica legítima de los demás.

Así como la persona narcisista hizo del concepto que tiene de sí misma el objeto de su adhesión narcisista, hace lo mismo con todo lo que se relaciona con ella. Sus ideas, su sabiduría, su casa, pero también la gente comprendida en su "esfera de interés", se convierten en objetos de su adhesión fetichista. Como dijo Freud, el ejemplo más frecuente es probablemente la adhesión narcisista a los hijos propios. Muchos padres creen que sus hijos son los más bellos, los más inteligentes, etc., por comparación con otros niños. Parece que cuanto menores son los hijos, más intenso es este sesgo narcisista. El amor de los padres, y en especial el amor de la madre por el niño, es en medida considerable el amor al niño como ampliación de uno mismo. El amor adulto entre hombre y mujer también tiene con frecuencia una calidad narcisista. El hombre enamorado de una mujer puede transferirle a ella su narcisismo, una vez que ella llegó a ser "suya". La admira y adora por cualidades de que él la ha investido; precisamente porque ella forma parte de él, se convierte en portadora de cualidades extraordinarias. Un individuo así también pensará con frecuencia que todas las cosas que posee son extraordinariamente maravillosas, y se "enamorará" de ellas.
 
Una sociedad que carece de los medios para proveer suficientemente a la mayoría de sus individuos, o por lo menos a una gran proporción de ellos, tiene que proveer a los individuos de una satisfacción narcisista de tipo maligno si quiere evitar el disgusto entre ellos. Para quienes son pobres económica y culturalmente, el orgullo narcisista de pertenecer al grupo es la única fuente de satisfacción, y frecuentemente muy eficaz. 

Para la mayor parte de la gente, "razonable" no tiene nada que ver con "razón", sino con acuerdo.

Freud dijo que en todo amor hay un fuerte componente narcisista; que un hombre enamorado de una mujer la hace objeto de su narcisismo, y que en consecuencia se hace maravillosa y deseable porque forma parte de él. Ella puede hacer lo mismo con él, y tenemos así el caso del "gran amor", que con frecuencia es sólo folie à deux y no amor.
 
El amor no patológico [...] es una relación entre dos personas que se sienten como entidades independientes, pero que pueden  franquearse la una a la otra y llegar a ser una con ella. Para sentir amor, hay que sentir separación o independencia.

El hombre alcanza su plena madurez cuando sale por completo del narcisismo.

El hombre sólo puede ser humano en un clima en el que pueda esperar que él y sus hijos vivirán para ver el año siguiente y muchos más años por venir.

Genéticamente, la madre es la primera personificación de la fuerza que protege y garantiza la seguridad.

El vínculo incestuoso con la madre implica con mucha frecuencia no sólo el anhelo de amor y protección de la madre, sino también miedo a ella.

En el nivel benigno [fijación en la madre] encontramos una forma de fijación en la madre que es bastante frecuente. Estos individuos necesitan una mujer que los consuele, que los ame, que los admite; quieren ser mimados, alimentados, cuidados. Si no obtienen este tipo de amor tienden a sentirse ligeramente angustiados y deprimidos.

La función del padre es diferente. Representa él la ley y el orden, las reglas y las obligaciones sociales establecidas por el hombre, y es él quien castiga o premia.

La fijación incestuosa estropea o destruye --según el grado de regresión-- la capacidad de amar.

Lo opuesto a la necrofilia es la biofilia; lo opuesto al narcisismo es el amor; lo opuesto a la simbiosis incestuosa son la independencia y la libertad.

El hombre se encuentra ante el espantoso conflicto de ser prisionero de la naturaleza pero libre en sus pensamientos; de ser una parte de la naturaleza y ser, sin embargo, una rareza de la naturaleza, por así decirlo, de no estar aquí ni allí. El conocimiento que el hombre tiene de sí mismo lo hizo un extraño en el mundo, aislado, solitario y amedrentado.

El hombre [...] puede tratar de deshacerse de lo que lo hace humano y sin embargo lo tortura: su razón y el conocimiento de sí mismo (respuesta regresiva).

Debe recordarse que para la mayor parte de la gente razón y realidad no son otra cosa que el consenso público.

Si la esencia del hombre no es el bien ni el mal, el amor ni el odio, sino una contradicción que exige la búsqueda de soluciones nuevas que, a su vez, crean contradicciones nuevas, entonces el hombre puede realmente resolver su dilema, ya de un modo regresivo [deshumanización completa] o de un modo progresivo [ser plenamente humano y estar en completa unión con el mundo].

El sentimiento de culpa y de autoacusación crea tristeza, autoaborrecimiento y aborrecimiento de la vida.

Pasiones irracionales son las que dominan al hombre y lo obligan a actuar contrariamente a sus verdaderos intereses, que debilitan y destruyen sus facultades y lo hacen sufrir.

La libertad no es otra cosa que la capacidad para seguir la voz de la razón, de la salud, del bienestar, de la conciencia, contra las voces de las pasiones irracionales.

Una de las razones por las cuales la mayor parte de la gente fracasa en la vida es precisamente que no conoce el momento en que todavía es libre para actuar de acuerdo con la razón y que no tiene conciencia de la elección sino cuando ya es demasiado tarde para tomar una decisión.

Cada paso en la vida que aumente la confianza que tengo en mi mismo, en mi integridad, en mi valor, en mi convicción, aumenta también mi capacidad para elegir la alternativa deseable, hasta que al fin se me hace más difícil elegir la acción indeseable que la deseable. Por otro parte, cada acto de rendición y cobardía me debilita, prepara el camino para nuevos actos de rendición, y finalmente se pierde la libertad.

La mayor parte de la gente fracasa en el arte de vivir no porque sea intrínsecamente mala o tan carente de voluntad que no pueda vivir una vida mejor; fracasa porque no despierta ni ve cuando está en una bifurcación del camino y tiene que decidir. No se da cuenta de cuándo la vida le plantea una cuestión y cuándo tiene aún diferentes soluciones. Después, con cada paso por el camino equivocado se le hace más difícil admitir que está efectivamente en el camino equivocado, con frecuencia sólo porque tiene que admitir que debe volver a la primera decisión equivocada y aceptar que malgastó energía y tiempo.

Tenemos la posibilidad de elegir si tenemos fortaleza y conocimiento. La conquista de la libertad es difícil, y por eso la mayor parte de nosotros no la tenemos. [...] Esta conquista es posible por la razón, por las ideas adecuadas, por el conocimiento, pero sólo es posible si el hombre hace el esfuerzo con más trabajo que el que la mayor parte de los hombres están dispuestos a hacer.

El hombre puede romper las cadenas de la necesidad si conoce las fuerzas que operan a su espalda, si hace el enorme esfuerzo para conquistar la libertad.

El bien consiste en transformar nuestra existencia en una aproximación cada vez mayor a nuestra esencia; el mal, en una separación cada vez mayor entre existencia y esencia.

En realidad, debemos adquirir conocimiento para elegir el bien, pero ningún conocimiento nos ayudará si hemos perdido la capacidad de conmovernos con la desgracia de otro ser humano, con la mirada amistosa de otra persona, con el canto de un pájaro, con el verdor del césped. Si el hombre se hace indiferente a la vida, no hay ya ninguna esperanza de que pueda elegir el bien. Entonces, ciertamente, su corazón se habrá endurecido tanto que su "vida" habrá terminado. Si le ocurriera esto a toda la especie humana, la vida de la humanidad se habría extinguido en el momento mismo en que más prometía.
 
Erich Fromm.