23 noviembre 2016

La sociedad del ensimismamiento.

   "Una imagen dice más que mil palabras", quizá por eso los "memes" han tenido tan amplia y aceptada difusión, sin mencionar que muchos son sumamente ingeniosos y jocosos.



   La tecnología puede y debería ser un baluarte sumamente poderoso, útil y conveniente para el desarrollo humano en más de un sentido; pero al mismo tiempo puede constituir la última saliente respecto al progresivo deterioro de las relaciones humanas, los principios y valores, y el respeto.

   Cada vez es más común y con una frecuencia que debería empezar a ocuparnos, observar escenas como las de las imágenes anteriores, de tal suerte que el valor e importancia de la charla directa, personal, uno a uno; la plática que otrora se sostenía con el interlocutor mirándose a los ojos y prestándose la mayor atención posible son actualmente, al parecer, características anacrónicas, olvidadas, devaluadas, depreciadas: prácticas en desuso.

   La tecnología de los teléfonos y dispositivos móviles en general han convertido nuestra sociedad, particular y especialmente en cuanto las relaciones humanas se refiere, en una sociedad del ensimismamiento en donde los interlocutores, aunque estén espacialmente contiguos, prefieren la comunicación a través de sus dispositivos sobre la comunicación humana basada en el contacto visual, la expresión corporal, y la sincronía entre la expresión y la atención al escuchar.

   También es cada vez más frecuente ver personas ensimismadas, aisladas, riendo y gesticulando solas, exponiéndose a sí mismos, y a otros a su vez, a incidentes provocados por su irresponsable actitud y comportamiento; al parecer viven una vida paralela y quizá alternativa dentro de las múltiples redes sociales y "apps" que existen y que utilizan, mismas que se enquistan en su cerebro y manipulan sus mentes.

   No es casualidad. Lo anterior beneficia clara y principamente a las grandes corporaciones que se dedican a la venta tanto de productos como de servicios relacionados con la telefonía celular y los dispositivos móviles pero ¿cuál es el grado de afectación en las relaciones humanas que ésto conlleva?, ¿es posible medir o cuantificar?, de ser posible ¿de qué nos serviría?, ¿es posible revertir dicha situación sin caer en un maniqueísmo tecnológico?

   Como en otras tantas cosas, la media, el balance y la mesura podrían ser, si no la mejor, quizá la más acertada alternativa para que la dependencia tecnológica no termine por volverse crónica y nos convirtamos en un accesorio intercambiable y desechable, en un dispositivo periférico de la tecnología y del Sistema que se sirve de ésta para incrementar su control y favorecer nuestra sumisión.

   También como en otras tantas cosas, le decisión depende de nosotros y está en el aire la moneda del desenlace: una sociedad real y verdaderamente humana o una pseudo sociedad plagada de ensimismamiento, indolencia, transgresión; carente de valores y respeto, sin contacto, sin consideración por el otro, sin todas esas cosas que se supone nos distinguen de lo que en otros tiempos denominábamos bestias. ¿Quienes o qué son actualmente las bestias? He observado comportamientos más "humanos" en muchos animales que en los mismos seres humanos, y cierto estoy de que no soy el único.


09 noviembre 2016

La necesidad de una verdadera revolución.

   La supuesta revolución de la primera década del siglo pasado, no es otra cosa más que una entretenida y quizá hasta interesante anécdota que muchos conocimos inicialmente en los libros de texto gratuitos de formación básica. Recuerdo que, aunque la historia no era de mi completo agrado, había relatos que describían los acontecimientos de la revolución como verdaderas historias de héroes, las cuales gestaban, al menos en mi mente en formación, una atmósfera de ideales y logros por los cuales valía la pena luchar, entregarse, arriesgar la vida, venerar la patria y las instituciones, etc., en pro de una vida mejor sobre todo, según esto, para los menos favorecidos.

   Lamentablemente el panorama actual ahora que soy adulto, es con toda seguridad aún más indignante que el de aquella época ¿Por qué? Porque aunque se supone que el nivel de alfabetización es actualmente más alto según los indicadores oficiales (lo cual implica, al menos en principio, que el número de personas que sabe leer y escribir es mayor), se ha recibido una educación mediocre, comprobable en documentos (certificados, títulos, cédulas, números), pero carente de fondo y sustento, por lo que aunque los índices digan una cosa, la realidad y la calidad es otra.

   De no ser así, resultaría muy difícil de explicar de otra forma por qué las "clases medias y bajas" (suponiendo que aún existan dos), siguen a la espera de una especie de redentor político que solucione todos sus problemas y deficiencias; pero todavía más, ¿cómo es posible que ante una serie de injusticias maquillas con el mote de "reformas estructurales" ninguno de nosotros haga absolutamente nada de fondo?, y no se trata de salir a las calles y fastidiarnos más la vida al estilo de la sumamente devaluada Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la cual forma parte, en su mayoría, de la peste y podredumbre que tiene al país en condiciones paupérrimas respecto a la educación, sino a una acción real y verdaderamente revolucionaria, un cambio drástico y radical que deje claro que ya no se está dispuesto a que sólo seamos unos cuantos los que sigamos cargando al país, mientras que los ricos son cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres y los políticos cada vez más rateros y cínicos.

   Las "reformas hacendarias" benefician como siempre a los ricos ¿Qué pasa con la clase política, a la que de un tiempo para acá todo el mundo quiere acceder? ¿Se deberá ello a los ofensivamente ostentosos sueldos y prestaciones, sin mencionar los embustes y privilegios obscuros de los que se puede echar mano sin tener que dar cuentas y en consecuencia, sin que haya repercusiones, lo que atrae tanto, más que la vocación de servicio que le debería ser inherente al servicio público? ¿Por qué no se bajan ellos el sueldo al nivel de un burócrata promedio en función de sus capacidades y de nivel de estudios, que paguen impuestos como deberían y limitan sus prestaciones y bonos? ¿Por qué no son ellos usuarios de los servicios públicos como los del sector salud por ejemplo? ¿Qué sandez es esa de los diputados plurinominales que nadie elige, pero que devengan un sueldo exagerado y heredan curules? ¿No es ésto acaso una de las quejas que se tiene en contra de los “maestros” que heredan plazas y que se pretende ya no suceda más con la reforma educativa? Candil de la calle, obscuridad de tu casa reza un sabio refrán. Aquí podría extenderme por páginas pero lo considero innecesario, espero haber expuesto en lo general mi punto.

   Por otro lado, cada vez que hay desastres naturales en temporada de lluvias por ejemplo, se recorta el presupuesto en todos los rubros importantes como el de la educación, ciencia y tecnología, infraestructura, etc., pero nunca se toca la mórbida obesidad burocrática de las altas esferas. No se necesitan grandes conocimientos de economía para saber que la prevención es, en general, mejor que la corrección. Es lamentable que muchas familias sufran las secuelas de los embates de la naturaleza, la cual está descontrolándose debido, entre otras cosas, a que no hemos sabido integrarnos en una sana convivencia con ella y destruimos, consumimos y arrasamos todo a nuestro paso, y sólo nos acordamos de ello ante éste tipo de situaciones tan lamentables. Si las autoridades hicieran su trabajo como deberían y no se permitiera la edificación de viviendas en las cuencas y laderas de ríos y zonas de peligro por ejemplo, se disminuiría de manera considerable este tipo de situaciones, pero estamos en México y somos mexicanos, y nuestro país es el país de no pasa nada. En este mismo sentido cabe decir que la población también lleva su parte de culpa, ya que la labor es conjunta; no todo es responsabilidad del gobierno, ya que una cosa es que las autoridades permitan la construcción de viviendas y otra que haya gente que construya o compre sus casas en cuencas y laderas. El sentido común dicta que esto último es ilógico y riesgoso, pero tristemente también es cierto que el sentido común es el menos común de los sentidos.

   ¿Por qué el sistema hacendario permite a grandes empresas y consorcios que deduzcan cantidades ofensivamente millonarias de impuestos? Una posible acción en este sentido sería de dejar de consumir productos derivados de todas estas empresas, pero en muchos de los casos resultaría imposible y aunque fuese factible, también sería insuficiente. Quizá la única salida temporal sería formar parte de una lucha armada, una verdadera revolución que transforme de fondo y de una vez por todas (al menos por un tiempo, ya que la corrupción es una característica inmanente al hombre en cuanto a especie), la situación económica y política de nuestro país.

   No se trata de demagogia, no se trata de resolver el asunto manifestándose tibia y cobardemente en las redes sociales, tampoco se trata de que muchos se sumen de manera moral y doctrinal, sino más bien de una postura sumamente analítica, de fondo y, sobre todo, de compromiso, para que no vaya a ser que al primer balazo los ideales salgan corriendo a la velocidad que nos habiliten las piernas. Dejemos de pagar impuestos, ¿es posible que nos metan a todos a la cárcel por hacerlo?, sólo en el colectivo, en la unión, en la masa existe la fuerza, en la individualidad somos suma y ridículamente vulnerables. El Sistema nos tiene tan sometidos y oprimidos que ni siquiera reflexionamos en ello, lo sabe y lo capitaliza.

   Con todo y como mencioné con anterioridad, considero que no hay una solución definitiva y absoluta, ya que siempre existirá el riesgo latente de volver a caer dentro de lo mismo que se corrigió debido a la propia naturaleza humana, incurriendo así en un círculo vicioso de corrupción, ensimismamiento, megalomanía, delirio de grandeza y poder ineherentes a nuestra especie; repitiendo una y otra vez todo en una suerte de ciclo sin fin de nefastez, autocompasión y autodestrucción. Aún así, valdría la pena intentarlo por nosotros mismos y por nuestros hijos, para que al menos algunas generaciones estén mejor y, ¿por qué no?, apelar un poco a la esperanza farisea, a la utopía de que nuestra especie cambie algún día.

   ¿Estaremos dispuestos o sólo celebraremos una vez más, tal como la voluntad del Sistema quiere, instruye, demanda e impone otro aniversario de la "revolución"?