-¡Eh! ¡Dios mío! -le habló Cándido en holandés-. ¿Qué haces ahí, amigo mío, en tan terrible estado?
-Estoy esperando a mi amo, al señor Vanderdendur, el famoso comerciante -contestó el negro.
-¿El señor Vanderdendur -dijo Cándido-, te ha tratado así?
-Sí, señor -dijo el negro-, eso es lo que se estila. Como única vestimenta nos dan un calzón de tela azul dos veces al año. Al que trabaja en las azucareras y la piedra del molino le coge el dedo, se le corta la mano; al que huye se le corta la pierna: yo he vivido ambas situaciones. En Europa se come azúcar a ese precio. Sin embargo, cuando mi madre me vendió por diez escudos patagones en la costa de Guinea, me decía:
-"Querido hijo, bendice a nuestros ídolos, adóralos siempre, harán que vivas feliz; tienes el honor de ser esclavo de nuestros señores los blancos, y con ello procuras la felicidad de tu padre y de tu madre." ¡Qué lástima! No sé si conseguí hacerles felices, pero ellos no consiguieron que lo fuera yo. Los perros, los monos y los loros son mil veces menos desgraciados que nosotros; los curas holandeses que me han convertido repiten todos los domingos que nosotros somos hijos de Adán, los blancos y los negros. No busco explicaciones genealógicas; pero, si esos predicadores dicen la verdad, todos somos parientes. Sin embargo, deberéis admitir que no se puede tratar de peor manera a los parientes.
-¡Oh Pangloss! -exclamó Cándido-. Tú no habías sospechado semejante espanto; se ve que no tendré más remedio que renegar de tu optimismo.
-¿Qué es el optimismo? -preguntaba Cacambo.
-¡Qué dolor! -dijo Cándido-. "Es obstinarse en defender con vehemencia que todo está bien cuando está mal."...>>
De los sucesos de Surinam y del conocimiento que hizo Cándido de Martín.
Cándido o El Optimismo.
Voltaire.
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