17 junio 2016

Apología a mi padre.

   Papá, hay muchas cosas que quisiera decirte, algunas impelidas por mi gran afecto, cariño y admiración, y otras impedidas por las malas costumbres y la falta del ejercicio en la necesaria rutina de decirnos que nos queremos. Así como la falta de ejercicio físico entumece y degrada los músculos de nuestro cuerpo, también la falta de frases tan simples pero al mismo tiempo tan complicadas como un "te quiero" nos han entumecido nuestra potencialidad para expresarlo.

   Ni en mi corazón ni en mi mente se alberga la menor duda de tu amor hacia mí: tu presencia permanente en mi vida, tus consejos, tus regaños, tus felicitaciones, tus elogios, tu estimación, tus alientos, tus enseñanzas de vida, tus reprimendas, tus ejemplos, tu apoyo, entre muchas otras cosas me lo han y siguen confirmado. No tengo cómo agradecerte la educación que me brindaste, la educación recibida en casa, la de vivencias, de ella he tomado lo que he considerado mejor y más útil, y la aplico o trato de aplicarla con mis propios matices en mi vida personal y en la educación de mis hijos. Tampoco quiero decir hipócritamente que nunca te equivocaste o que eres un dechado de virtudes que se te desbordan, finalmente eres humano y te equivocas pero, ¿quién no papá? Con todo, quiero que sepas que, al menos en mi balance personal, tu saldo es a favor.

   Es un poco complicado que todavía no haya encontrado el medio de expresarte muchas cosas de manera personal como esta que estoy escribiendo, quizá porque me sea más fácil escribirlo, quizá porque no estás enfrente de mí, quizá porque nuestros temperamentos, al ser tan parecidos, podrían impedirnos escucharnos sin interrupciones, quizá también porque nunca hemos tenido el contexto y el ambiente propicios para hacerlo, quizá por la cultura machista, quizá por otras cosas que no alcanzo a vislumbrar, quizá porque cuando yo nací tú ya tenías 33 años y esa brecha generacional nos ha sido imposible de flanquear, quizá por todo lo anterior y más. Como sea, esta es una excelente oportunidad para, al menos de mi parte y como catarsis personal, expresarte un poco mi sentir.

   Mis hermanos siempre han sostenido que tu carácter y trato hacia mí fue mucho más suave y considerado que el que tuviste hacia ellos, no tengo por qué dudar de que así haya sido. Desde mi perspectiva, tu trato fue estricto, enérgico y duro dentro de lo que considero no sólo sano, sino necesario, ya que desde muy temprana edad se forjó mi carácter que, comparado con lo que actualmente contemplo en muchos aspectos, lo prefiero a un temperamento tibio, estéril y titubeante.

   Me entristece mucho verte actualmente abatido, desgastado y debilitado por tu condición de salud. Quiero que sepas que a todos mis hermanos y a mí nos preocupas mucho y que queremos que salgas adelante y que no te dejes vencer. Todos consideramos que te mereces una vejez tranquila y dichosa. Muchas veces las circunstancias de la infancia no son las más favorables, pero esos tiempos han quedado muy atrás para ti, y ya es hora de que disfrutes lo que tienes, ésta es mi filosofía de la felicidad, muy barata para muchos, pero si tú quieres te resultará bastante útil también.

   Papá, de ti aprendí a no ser melindroso y llevo a la práctica todos los días esta enseñanza y he procurado transmitírsela también a mis hijos. La salud comienza por lo que comemos, esta enseñanza de vida, de las más importantes que aprendí, la recibí en casa, contigo y con mi mamá, pero tú como principal preceptor, por lo que ahora me abate y entristece que creas más en las estupideces y sandeces que escuchas en la radio, o que lees en algunos pasquines, volantes o folletos, sobreponiendo el precepto que me enseñaste y que actualmente constituye una parte fundamental de mis cimientos como persona. No olvides tus preceptos, ya que son los que, entre otras cosas, nos constituyen como persona, no hay salidas rápidas ni remedios mágicos, todo lo que vale la pena requiere esfuerzo, todo esto papá, lo aprendí de ti, no lo olvides por favor, la vida me ha confirmado que tenías razón.

   Quiero desearte un muy feliz día del padre; yo procuro, aunque con toda seguridad pocas veces lo logro, de que todos los días la pases bien, de que todos los días sean día del padre, y no lo que el Sistema o Perengano instituyó como tal. Deseo que podamos pasar muchos años más contigo este día y otros, que puedas seguir viendo crecer y realizarse a todos tus nietos, pero sobre todo, que tu salud pronto sea la de antes, la de un roble, la de un hombre de acero, la del súper héroe de mi infancia. Te quiero mucho papá...
Rodolfo Ruiz Contreras

requiéscat in pace (1941-2023).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario